viernes, 25 de enero de 2019

Epílogo (y 268)

La acusación de 'reduccionismo', otro epíteto estándar aplicado a la perspectiva del gen, es perversamente inapropiada cuando se aplica a Dawkins. Lejos de cegarnos por las maravillas de los niveles más altos de explicación, la idea del fenotipo extendido amplía sus poderes mediante la eliminación de conceptos erróneos paralizantes. Como dice Dawkins, nos permite redescubrir el organismo. ¿Por qué, si los efectos fenotípicos no tienen que cumplir con el límite entre el organismo y el mundo 'exterior', existen organismos (multicelulares)? Una muy buena pregunta, que probablemente no se formularía -o no se haría bien- si no fuera por la perspectiva que ofrece Dawkins. Cada uno de nosotros lleva el ADN de varios miles de linajes (nuestros parásitos, nuestra flora intestinal), además de nuestro ADN nuclear (y mitocondrial), y todos estos genomas se llevan bastante bien en la mayoría de las circunstancias. Después de todo, están todos en el mismo barco. Una manada de antílopes, una colonia de termitas, una pareja de aves y su nidada de huevos, una sociedad humana -estas entidades colectivas no son más colectivas, al final, que un ser humano individual, con su más de un billón de células, cada una un descendiente de la unión de la célula de mamá y de la célula de papá que comenzaron el viaje del grupo. 'En cualquier nivel, si se destruye un vehículo, serán destruidos todos los replicadores en su interior. La selección natural, por lo tanto, al menos en cierta medida, favorece a los replicadores que provocan que sus vehículos resistan ser destruidos. En principio, esto podría aplicarse a grupos de organismos, así como a organismos individuales, porque si un grupo queda destruido, todos los genes dentro de él se destruyen también' (pág. 114).  ¿Pero son los genes todo lo que importa? No, en absoluto. 'No hay nada mágico acerca de la aptitud darwiniana en el sentido genético. No hay ninguna ley que le de prioridad como la cantidad fundamental que se maximiza. ... Un meme tiene sus propias oportunidades para la replicación, y sus propios efectos fenotípicos, y no hay razón por la cual el éxito en un meme deba tener conexión alguna con el éxito genético' (pág. 110).

La lógica del pensamiento darwinista no es sólo acerca de los genes. Cada vez son más los pensadores que están llegando a apreciarlo: economistas evolutivos, especialistas en ética evolutiva, y otros en las ciencias sociales e incluso en las ciencias físicas y las artes. Tomo esto como un descubrimiento filosófico, y es sin lugar a dudas alucinante. El libro que tienes en tus manos es una de las mejores guías para comprender este nuevo mundo.

viernes, 18 de enero de 2019

Epílogo (267)

Este libro ha sido lectura obligatoria para cualquier estudiante serio de la teoría evolucionista neodarwinista desde que apareció por primera vez en 1982, y uno de los efectos sorprendentes al releerlo hoy es que ofrece una instantánea del ritmo glacial de la crítica. Stephen Jay Gould y Richard Lewontin en los Estados Unidos, y Steven Rose en el Reino Unido, han advertido al mundo sobre el 'determinismo genético' que supuestamente se levanta amenazante a partir de la perspectiva de la biología de Dawkins, y aquí en el Capítulo 2 encontraremos las críticas más recientes ya fácilmente refutadas en su totalidad. Podría pensarse que en casi veinte años sus oponentes habrían atacado con un ángulo nuevo, una nueva grieta en la que podrían abrir una brecha subversiva o dos, pero, como Dawkins señala en otro contexto en el que no ha habido una evolución, 'aparentemente no hay variación disponible para seguir mejorando en su pensamiento'. ¡Cuánto más satisfactorio, cuando te enfrentas a la tarea de responder a tus críticos más vehementes, ser capaz simplemente de publicar lo que has dicho sobre el tema hace muchos años!

¿Qué es este espantoso 'determinismo genético'? Dawkins (pág. 10) cita una definición de 1978 por Gould: 'Si estamos programados para ser lo que somos, entonces estos rasgos son ineluctables. Podemos, como mucho, canalizarlos, pero no podemos cambiarlos ya sea por voluntad, educación o  cultura'. Pero si éste es el determinismo genético -y no he visto que se haya revisado seriamente la definición por los críticos- entonces Dawkins no es determinista genético (y tampoco lo es E.O. Wilson, o, por lo que yo sé, ningún
conocido sociobiólogo o psicólogo evolutivo). Como muestra Dawkins, en un análisis filosófico impecable, la idea completa de la 'amenaza' de determinismo 'genético' (o de cualquier otro tipo) está tan mal concebida por aquellos que blanden el término que sería una broma de mal gusto si no fuera un escándalo. Dawkins no sólo refuta los cargos en el Capítulo 2; diagnostica las fuentes probables de las confusiones que hacen de este un cargo tan tentador, y como señala, 'Hay un afán desenfrenado por malinterpretar'. Es triste decirlo, pero tiene razón.

No todas las críticas al pensamiento neodarwinista son tan espurias. Según los críticos, el pensamiento adaptacionista es seductor; es muy fácil confundir una
historia ad hoc sin base con un  argumento evolutivo serio. Esto es cierto, y Dawkins expone hábilmente una y otra vez en este libro  la tentación de líneas argumentales que se salen de la realidad de una manera u otra (para algunos ejemplos sorprendentes, ver págs. 72, 76, 155, 263). En la pág. 38, Dawkins apunta la cuestión muy importante de que un cambio en el ambiente puede no sólo cambiar la tasa de éxito de un efecto fenotípico; ¡puede incluso cambiar el efecto fenotípico completo! Esto en cuanto a la acusación estándar, y ​​aburridamente falsa, de que la perspectiva del gen debe ignorar o subestimar la contribución de los cambios (incluyendo 'cambios masivos contingentes') en el entorno selectivo, pero el hecho es que los adaptacionistas a menudo {268} ignoran estas (y otras) complicaciones, por lo que el libro rebosa advertencias contra el razonamiento adaptacionista simplista.

viernes, 11 de enero de 2019

Epílogo (266)

Dawkins, como un filósofo, se refiere principalmente a la lógica de las explicaciones que ideamos para dar cuenta de estos procesos y predecir sus resultados. Pero estas explicaciones son explicaciones científicas, y Dawkins (junto con muchos otros) pretende que sus implicaciones sean resultados científicos, no sólo los principios de una filosofía interesante y defendible. Dado que hay mucho en juego, habrá que ver si esto es buena ciencia, y para eso tenemos que revisar la lógica en las trincheras, donde se recogen los datos, donde los detalles son importantes, donde las hipótesis a una relativamente pequeña escala sobre fenómenos manejables puedan ponerse a prueba de verdad. El Gen Egoísta fue escrito para lectores laicos educados, y planeó sobre muchas de las complejidades y detalles técnicos que una evaluación científica adecuada debe considerar en profundidad. El Fenotipo Extendido fue escrito para el biólogo profesional, pero la escritura de Dawkins es tan elegante y lúcida que incluso los no expertos que estén dispuestos a ejercitar sus cerebros vigorosamente puedan seguir los argumentos, y apreciar la sutileza de los temas.

No puedo resistirme a añadir que para el filósofo profesional es un festín: hay algunas de las más magistrales y sostenidas cadenas de argumentación rigurosa que he encontrado (consulte el Capítulo 5, y los cuatro últimos capítulos), y una serie de ingeniosos y vívidos experimentos mentales (echa un vistazo a la pág. 143, o a la  pág. 241, entre muchos otros). Hay incluso algunas contribuciones de soslayo pero sustanciales en controversias filosóficas soñadas por Dawkins. Por ejemplo, me tomo el experimento mental sobre el control genético de la acumulación de barro por las termitas en pp. 202-203, que proporciona información útil sobre las teorías de la intencionalidad -especialmente en el debate que he tenido con Fodor, Dretske, y otros acerca de las condiciones bajo las cuales el contenido puede atribuirse a mecanismos. En jerga filosófica, la extensionalidad pura reina en la genética, y esto hace que cualquier etiquetado de rasgos fenotípicos 'una cuestión de conveniencia arbitraria', pero, precisamente por eso, nos motiva a llamar la atención sobre los hechos más reveladores de la situación. 

Para el científico, hay predicciones comprobables en abundancia -sobre temas tan variados como, por ejemplo, las estrategias de cópula de la avispa (pp. 78-79), la evolución del tamaño de los espermatozoides (pág. 143), el comportamiento anti-depredador de las polillas (pág. 147), y los efectos de los parásitos en los escarabajos y en los camarones de agua dulce (pág. 216). También hay análisis nítidos y claros -sobre  {267} los problemas acerca de la evolución de las relaciones sexuales, las condiciones del conlicto intra-genómico (o los parásitos genómicos), y muchos otros temas inicialmente contraintuitivos. Su cauta opinión de los escollos que hay que evitar pensando en el efecto de la barba verde y sus vecinos es un vademécum indispensable para cualquiera que se aventure en ese territorio confuso.

viernes, 4 de enero de 2019

Epílogo (265)


Epílogo

por Daniel Dennett


¿Por qué un filósofo escribe un epílogo de este libro? ¿El Fenotipo Extendido es ciencia o filosofía? Es ambas; es ciencia, sin duda, pero también es lo que la filosofía debe ser, y sólo es de manera intermitente: un argumento escrupulosamente razonado que nos abre los ojos a una nueva perspectiva, aclarando lo que era turbio y
mal entendido, y nos da una nueva forma de pensar en temas que pensamos que ya entendimos. Como dice Richard Dawkins al principio, 'puede que El Fenotipo Extendido no sea una hipótesis comprobable en sí misma, pero cambia la forma en que hemos visto los animales y las plantas hasta ahora, y puede hacernos pensar en hipótesis comprobables que de otra manera nunca habríamos soñado' (Pág. 2). ¿Y cuál es esta nueva forma de pensar? No es sólo el 'punto de vista del gen' que se hizo famoso en el libro de Dawkins de 1978, El Gen Egoísta. Construyendo aquí sobre ese fundamento, 'muestra cómo nuestra forma tradicional de pensar en los organismos debe ser sustituida por una visión más rica en la que la frontera entre el organismo y el medio ambiente primero se disuelve y luego se reconstruye (parcialmente) sobre un fundamento más profundo. Voy a mostrar que la lógica ordinaria de la terminología genética conduce inevitablemente a la conclusión de que puede decirse que los genes tienen efectos fenotípicos extendidos, efectos que no necesitan expresarse a nivel de cualquier vehículo en particular' (p. 196).

Dawkins no está proclamando la revolución; está usando 'la lógica ordinaria de la terminología genética', para demostrar una implicación notable de la biología ya firmemente disponible, un nuevo 'teorema central': La conducta de un animal tiende a maximizar la supervivencia de los genes "para"  ese comportamiento, tanto si esos genes están en el cuerpo del animal en particular que lo realiza como si no (p. 233). Al principio de la revelación de Dawkins, la recomendación de que los biólogos adopten el punto de vista del gen tampoco fue presentada como revolucionaria, sino que más bien fue aclarar un cambio de atención que ya había empezado a imponerse en la biología en 1976. Ha habido tanta crítica ansiosa y equivocada de la idea anterior de Dawkins que muchos laicos e incluso algunos biólogos pueden dejar de apreciar cuán pródigo ha sido este cambio de atención. Ahora sabemos que un genoma, como el genoma humano, consiste en, y depende de,  mecanismos de impresionante tortuosidad y el ingenio, no sólo copistas moleculares y editores a prueba de lectura, sino también ilegales, {266} y vigilantes para combatirlos, acompañantes y artistas de la fuga, y extorsionadores y adictos y otros nano-agentes tortuosos, fuera de cuyos conflictos y proyectos robóticos emergen las maravillas de la naturaleza visible. Los frutos de esta nueva visión se extienden mucho más allá de los impactantes titulares casi diarios de nuevos descubrimientos sobre un poco de ADN u otro. ¿Por qué y cómo envejecemos? ¿Por qué enfermamos? ¿Cómo funciona el VIH? ¿Cómo consiguen los cerebros conectarse en el curso del desarrollo embriológico? ¿Podemos utilizar  parásitos en vez de venenos para el control de plagas agrícolas? ¿En qué condiciones la cooperación no sólo es posible, sino probable que surja y persista? Todas estas preguntas vitales y muchas más se iluminan al repensar los temas en términos de los procesos por los que las oportunidades de que los replicadores se repliquen, y sus costes y beneficios asociados, se resuelven solas.