Los
parásitos que tienen un ciclo de vida que implica un hospedador
intermediario, del que tienen que pasar a uno definitivo, a menudo
manipulan el comportamiento del intermediario para que sea más
probable que sea comido por el hospedador
definitivo. Ya hemos visto un ejemplo de esto, el caso de Leucochloridium en los tentáculos del caracol. Holmes
y Bethel (1972) han revisado muchos ejemplos, y ellos mismos nos
han proporcionado uno de los casos investigado más a fondo (Bethel y Holmes
1973). Estudiaron dos especies de gusanos acantocéfalos, Polymorphus paradoxus y Polymorphus marilis. Ambos
utilizan una gamba de agua dulce (en realidad un anfípodo), Gammarus lacustris, como un hospedador
intermediario, y ambos utilizan a patos como el hospedador
definitivo. Polymorphus paradoxus, sin embargo, se especializa en el ánade real, que es un
pato nadador de superficie, mientras que Polymorphus marilis se especializa en patos buceadores. Idealmente, entonces, Polymorphus paradoxus podría beneficiarse haciendo que sus gambas naden en la superficie, donde es probable que sean comidas por ánades reales,
mientras que Polymorphus marilis podría beneficiarse al hacer que sus gambas eviten la superficie.
Las Gammarus lacustris no infectadas tienden a evitar la luz, y a quedarse cerca del fondo del lago {217}. Bethel y Holmes notaron grandes diferencias en el comportamiento de las gambas infectadas por cistacantos de Polymorphus paradoxus. Se
quedaron cerca de la superficie, y defecaron tenazmente en las
plantas de la superficie, e incluso en los pelos de las piernas de los
investigadores. Seguramente, este
comportamiento de apegarse a la superficie las hace vulnerables a
la depredación por patos silvestres que nadan por encima del agua, y también por las ratas
almizcleras, que son un hospedador definitivo alternativo de Polymorphus paradoxus. Bethel y Holmes creen que el hábito de defecar en las hierbas convierte a las gambas infectadas en particularmente vulnerables a las ratas
almizcleras, que recolectan la vegetación flotante y se la llevan a casa para
alimentarse de ella.
Las
pruebas de laboratorio confirmaron que las gambas infectadas por cistacantos de Polymorphus paradoxus buscan la mitad iluminada de una cisterna, y además se aproximan positivamente a la fuente de luz. Esto es lo contrario del comportamiento mostrado por las gambas no infectadas. Por
cierto, no es que las gambas infectadas estuvieran generalmente enfermas ni flotaran pasivamente sobre la superficie, como en el caso comparable de los peces de
Crowden y Broom (1980). Estas gambas se alimentaban activamente, abandonando a menudo la capa
superficial para hacerlo, pero, cuando capturaban un bocado de comida, rápidamente lo llevaban a la superficie para comerlo, mientras que una
gamba normal se lo habría llevado al fondo. Y cuando se las sobresaltaba en aguas medias, en lugar de nadar hacia el fondo
como haría una gamba normal, se dirigían a la superficie.
Sin embargo, las gambas infectadas por cistacantos de la otra especie, Polymorphus marilis, no se apegan a la superficie. Las pruebas de laboratorio hicieron patente que buscaban la mitad iluminada de
un acuario con preferencia a la mitad oscura, pero no se orientaban de
manera positiva hacia la fuente de luz: se distribuyeron al azar en la
mitad iluminada, en lugar de en la superficie. Cuando se las sobresaltaba, se iban al fondo en lugar de a la superficie. Bethel y Holmes sugieren que las dos especies de parásitos modifican
el comportamiento de su hospedador intermediario de diferentes maneras,
calculando para que las gambas sean más vulnerables a la depredación por
parte de sus hospedadores definitivos, depredadores de superficie y
depredadores de fondo respectivamente.
Un artículo posterior (Bethel y Holmes 1977) proporciona una confirmación parcial de esta hipótesis. Ánades reales en cautiverio y ratas almizcleras en laboratorio capturaron gambas infectadas por Polymorphus paradoxus a una tasa más alta que gambas no infectadas. Sin embargo, las gambas infectadas por Polymorphus marilis no fueron capturadas más a menudo que
las no infectadas, ya fuera por ánades reales o por ratas almizcleras.
Obviamente,
sería deseable hacer el experimento recíproco con un depredador buceador, prediciendo que las gambas infectadas por cistacantos de Polymorphus marilis serían, en este caso, relativamente más vulnerables. No parece que se haya hecho este experimento.
Aceptemos provisionalmente la hipótesis de Betel y Holmes, y replanteémosla en el lenguaje del fenotipo extendido. El comportamiento alterado de las gambas se ve como una adaptación por parte del parásito acantocéfalo. Si
esto ha ocurrido a través de la selección natural, ha tenido que haber
variación genética para el comportamiento de la gamba en el acervo genético del gusano; de lo contrario no habría habido nada sobre lo que operara la selección
natural. {218}
Por tanto, podemos hablar de genes de gusano que tienen su expresión
fenotípica en los cuerpos de las gambas, casi en el mismo sentido en que
estamos acostumbrados a hablar de genes humanos que tienen expresión
fenotípica en cuerpos humanos.
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