El Adaptacionismo como hipótesis de trabajo, casi como una fe, ha sido sin
duda la inspiración para algunos descubrimientos sobresalientes. Von
Frisch (1967), desafiando la prestigiosa ortodoxia de von Hess, ha demostrado de manera concluyente la visión en
color de los peces y de las abejas con
experimentos controlados. Llevó a cabo esos experimentos por su negativa a creer que,
por ejemplo, los colores de las flores estaban allí sin ninguna razón, o
simplemente para deleitar los ojos de los hombres. Esto, desde luego, no es evidencia de la validez de la fe adaptacionista. Cada pregunta debe ser abordada de nuevo, según sus circunstancias.
Wenner (1971) hizo un valioso servicio en el cuestionamiento de la hipótesis
del lenguaje de la danza de las abejas de von Frisch, ya que provocó la brillante confirmación de J.L. Gould (1976) de la teoría de von Frisch.
Si Wenner hubiera sido más que un adaptacionista, la investigación de Gould
nunca podría haberse hecho, pero Wenner tampoco se habría permitido a sí
mismo estar tan alegremente equivocado. Cualquier adaptacionista, aunque tal vez reconociendo que Wenner había
expuesto útilmente lagunas en el diseño experimental original von
Frisch, habría saltado instantáneamente, con Lindauer (1971), sobre la cuestión fundamental del por qué demonios las abejas bailan.
Wenner nunca negó que bailen, ni que la danza contiene toda la
información sobre la dirección y la distancia de los alimentos que von
Frisch afirmó. Lo que negó fue solo que las otras abejas utilizan la información del baile.
Un adaptacionista no podría haberse quedado satisfecho con la idea de que los
animales hacen una actividad tan consumidora de tiempo, y sobre todo tan compleja y
estadísticamente improbable, a cambio de nada. No obstante, el Adaptacionismo es un arma de doble filo.
Ahora estoy encantado de que Gould hiciera sus decisivos experimentos, y
es totalmente en mi descrédito que, incluso en el improbable caso de que
yo hubiera {32} sido lo suficientemente ingenioso como para pensar en ellos, habría sido demasiado adaptacionista como para haberme molestado en hacerlos. ¡Yo sólo sabía que Wenner estaba equivocado! (Dawkins 1969).
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