viernes, 23 de diciembre de 2016

Capítulo 9.- ADN Egoísta, Genes Saltarines, y un Susto Lamarckista (159)

     Teniendo en cuenta las posibilidades de este entorno, dada la existencia de fábricas celulares establecidas para la replicación y el ensamblaje del ADN, no es de esperar otra cosa que la selección natural favorezca las variantes de ADN que son capaces {159} de aprovechar las condiciones en su propia ventaja. Ventaja, en este caso, significa simplemente la replicación múltiple en líneas germinales. Cualquier variedad de ADN cuyas propiedades le hagan replicarse con facilidad se convertirá automáticamente en común en el mundo.

     ¿Cuáles podrían ser esas propiedades? Paradójicamente, estamos más familiarizados con los métodos más indirectos, elaborados, y sinuosos a través de los que las moléculas de ADN aseguran su futuro. Estos son sus efectos fenotípicos sobre los cuerpos, que se logran por la vía proximal de controlar la síntesis de proteínas, y con ello, por las rutas más distales de controlar el desarrollo embrionario de la morfología, fisiología y comportamiento. Pero también hay formas mucho más directas y sencillas en que las variedades de ADN pueden propagarse a expensas de variedades rivales. Cada vez es más evidente que, además de los grandes cromosomas, ordenados con su gavota bien reglamentada, las células son el hogar de una abigarrada plebe de fragmentos de ADN y ARN, que sacan provecho del entorno perfecto proporcionado por el aparato celular. 


     Estos compañeros de viaje replicadores responden a varios  nombres, dependiendo del tamaño y propiedades: plásmidos, episomas, secuencias de inserción, plasmones, viriones, transposones, replicones, virus. Parece importar cada vez menos si deben ser considerados como rebeldes que se han separado de la gavota cromosómica, o como parásitos invasores desde fuera. Por hacer un paralelo, podemos considerar un estanque, o un bosque, como una comunidad con una cierta estructura, e incluso una cierta estabilidad. Pero la estructura y la estabilidad se mantienen ante una rotación constante de los participantes. Unos individuos que inmigran y emigran, unos nuevos que nacen y unos viejos que mueren. Hay una fluidez, un saltar dentro y fuera de las partes componentes, por lo que deja de tener sentido tratar de distinguir a los miembros 'verdaderos' de la comunidad de los invasores extranjeros. Esto ocurre con el genoma. No es una estructura estática, sino una comunidad fluida. Genes saltarines inmigran y emigran (Cohen 1976).
    Dado que la gama de posibles hospedadores en la naturaleza es tan grande, por lo menos para la transformación del ADN y para los plásmidos tales como los RP4, uno siente que al menos en las bacterias Gram-negativas todas las poblaciones pueden estar, de hecho, conectadas. Se sabe que el ADN bacteriano puede expresarse en muy diferentes especies hospedadoras ... En realidad, quizás es posible ver la evolución bacteriana no en términos de simples árboles de familia; en su lugar, sería más apropiada la metáfora de una red, con uniones convergentes, así como divergentes [Broda, 1979, p. 140].

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