Un crítico de la obra de Wilson (1978) Sobre la naturaleza humana, escribió: "... a pesar de que no va tan lejos como Richard Dawkins (El gen egoísta ...) en proponer genes de "mujeriego" ligados al sexo {10}, para Wilson los machos humanos tienen una tendencia genética a la poligamia, y las mujeres a la constancia (no culpen a sus compañeros por dormir por ahí, señoras, no es culpa de ellos el que estén programados genéticamente). El determinismo genético se cuela constantemente por la puerta trasera" (Rose 1978). La consecuencia clara del crítico es que los autores que está criticando creen en la existencia de genes que obligan a los machos humanos a ser mujeriegos irremediables que no pueden, por tanto, ser culpados de infidelidad conyugal. El lector se queda con la impresión de que los autores son protagonistas del debate "se nace o se hace", y más aún, convencidos hereditaristas con inclinaciones machistas.
De hecho, mi pasaje original sobre los "machos mujeriegos" no trataba de seres humanos. Fue un simple modelo matemático de un animal indeterminado (no es que importe, pero tenía un pájaro en la mente). No fue explícitamente (véase más adelante) un modelo de genes, y si hubiera sido sobre los genes ¡habría sido limitado al sexo, no ligado al sexo! Era un modelo de "estrategias" en el sentido de Maynard Smith ( 1974 ). La estrategia "mujeriega" fue postulada, no como la forma en que se comportan los hombres, sino como una de las dos alternativas hipotéticas, siendo la otra la estrategia de "fiel". El propósito de este modelo tan simple era ilustrar el tipo de condiciones bajo las cuales el mujeriego podría verse favorecido por la selección natural, y los tipos de condiciones en las que podría ser favorecida la fidelidad. No había ninguna presunción en que el macho mujeriego fuera más probable que el fiel. De hecho, la ejecución particular de la simulación que publiqué culminó en una población masculina mixta en la que la fidelidad predominó ligeramente ( Dawkins 1976a , p. 165, a pesar de ver a Schuster y Sigmund 1981 ). No es sólo una mala interpretación de los comentarios de Rose, sino un múltiple malentendido agravado. Hay un ansia desenfrenada en malinterpretar. Lleva el sello de botas rusas cubiertas de nieve, de pequeños microchips negros marchando a usurpar el rol masculino y robar puestos de trabajo a nuestros conductores de tractores. Es una manifestación de un poderoso mito, en este caso el gran mito del gen.
El mito del gen se resume en la pequeña broma entre paréntesis de Rose sobre las damas no culpando a sus compañeros por dormir por ahí. Es el mito del "determinismo genético". Evidentemente, para Rose, el determinismo genético es el determinismo en el sentido filosófico completo de inevitabilidad irreversible. Se asume que la existencia de un gen "para" X implica que no se puede escapar de X. En palabras de otro crítico del "determinismo genético", Gould ( 1978, p. 238): "Si estamos programados para ser lo que somos, entonces estos rasgos son ineluctables. Es posible que, como máximo, podamos canalizarlos, pero no podemos cambiarlos ya sea por voluntad, por educación o por cultura".
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