Los atributos psicológicos humanos varían en casi tantas dimensiones como los psicólogos son capaces de medir. Es difícil en la práctica ( Kemppthorne, 1978 ) pero, en principio, podríamos dividir esta variación entre los supuestos factores causales tales como la edad, la altura, los años de educación, el tipo de educación clasificado de muchas maneras diferentes, número de hermanos, orden de nacimiento, el color de los ojos de la madre, la habilidad del padre en herrar caballos, y, por supuesto, los cromosomas sexuales. También podríamos examinar interacciones bidireccionales y multidireccionales entre estos factores. El punto importante para nuestros propósitos es que la varianza que buscamos explicar tenga muchas causas, que interactúen de manera compleja. Sin lugar a dudas la varianza genética es una causa significativa de mucha variación fenotípica en poblaciones observadas, pero sus efectos pueden ser anulados, modificados, mejorados o revertidos por otras causas. Los genes pueden modificar los efectos de otros genes, y pueden modificar los efectos del medio ambiente. Los fenómenos ambientales, tanto internos como externos, pueden modificar los efectos de los genes, y pueden modificar los efectos de otros eventos ambientales.
La gente parece tener poca dificultad en aceptar la modificabilidad de los efectos "ambientales" en el desarrollo humano. Si un niño ha tenido una mala enseñanza de matemáticas, se acepta que la deficiencia resultante puede remediarse con una enseñanza extra de buena calidad al año siguiente. Pero cualquier sugerencia de que la deficiencia en matemáticas del niño pudiera tener un origen genético es susceptible de ser recibida con algo parecido a la desesperación: si está en los genes "escrito está", "está determinado" y nada se puede hacer al respecto, así que puedes renunciar a tratar de enseñar matemáticas a los niños. Esto es basura perniciosa en una escala casi astrológica. Las causas genéticas y las ambientales no son, en principio, diferentes unas de las otras. Algunas influencias de ambos tipos pueden ser difíciles de revertir, mientras que otras pueden ser fáciles. Algunas pueden ser por lo general difíciles de revertir, pero es fácil si se aplica el agente adecuado. El punto importante es que no hay una razón general para esperar que las influencias genéticas sean más irreversible que las ambientales.
¿Qué genes merecen su siniestra y monstruosa reputación? ¿Por qué no convertimos en un fantasma similar, pongamos, la educación infantil o las clases de confirmación? ¿Por qué se piensa que los genes son mucho más fijos e ineludibles en sus efectos que la televisión, las monjas, o los libros? ¡Señoras, no culpen a sus parejas por dormir por ahí, no es su culpa que se hayan inflamado con literatura pornográfica! El presunto alarde jesuita: "Dame al niño por sus primeros siete años, y te voy a dar un hombre", puede tener algo de cierto. La educación, u otras influencias culturales, pueden, en algunas circunstancias, ser tan inmodificables e irreversibles como se cree popularmente de los genes y las "estrellas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario