Además, es probable que sean efectos dependientes de la frecuencia,
por diversas razones (Slatkin y Maynard Smith 1979). Por
ejemplo, en tanto los individuos de un bando de la carrera de armamentos, pongamos el rape, se conviertan en más escasos, van a constituir una
amenaza cada vez más débil respecto a los individuos en el otro lado de la carrera
armamentista. Por
lo tanto, los individuos en el otro lado serán seleccionados para
desplazar recursos preciosos lejos de las adaptaciones concernientes a
esta carrera de armas en particular. En
el presente ejemplo, los peces presa son seleccionados para transferir
recursos lejos de la adaptaciones anti-rape y hacia otras cosas como las
gónadas, posiblemente hasta el extremo de la imprudencia total, como se
sugirió anteriormente. Esto hará la vida más fácil para los rapes individuales, por lo que se convertirán en más numerosos. Los rapes entonces llegan a constituir una amenaza severa para los peces
presa, que luego serán seleccionados para transferir recursos de nuevo
en adaptaciones anti-rape. Como es habitual en este tipo de argumentos, no tenemos que imaginar una oscilación. Es posible que sea, en cambio, un punto final evolutivamente estable de la carrera de armamentos; estable, es decir, hasta que un cambio
ambiental desplace los costes y beneficios pertinentes.
Obviamente, hasta que no sepamos mucho más acerca de los costes y beneficios en
el campo, no podemos predecir el resultado de determinadas carreras
armamentistas. En el presente contexto esto no importa. Todo
lo que necesitamos es satisfacernos de que en
cualquier particular carrera de armamentos, los individuos de un bando pueden tener más que perder que los individuos del otro. El conejo puede perder su vida, el zorro sólo su cena. El rape incompetente muere, el evitador incompetente del rape sólo corre un pequeño riesgo de morir, y puede, por el ahorro de
costes, acabar en mejor situación que los peces presa 'competentes' en esquivarlo.
Sólo
tenemos que aceptar la verosimilitud general de tales asimetrías con el
fin de responder a la pregunta planteada por la discusión de la
manipulación. Estuvimos
de acuerdo en que si un organismo pudiera salirse con la suya mediante la manipulación
del sistema nervioso de otros, y mediante la explotación de su fuerza
muscular, la selección favorecería tal manipulación. Pero nos hemos quedado cortos en la reflexión de que la selección también puede favorecer la resistencia a ser manipulado. ¿Debemos, entonces, realmente esperar ver manipulación efectiva en la naturaleza? El principio de vida/cena, y otros principios tales como el efecto enemigo-escaso, nos dan una respuesta. Si
el individuo manipulador tiene más que perder por fallar en la manipulación que lo que el individuo víctima por fallar en resistir la
manipulación, habría que esperar ver la manipulación exitosa en la
naturaleza. Deberíamos esperar ver los animales trabajando en los intereses de los genes de otros animales.
El parasitismo de cría ofrece lo que puede ser el ejemplo más llamativo. Un
pájaro progenitor, como un carricero común, barre un flujo abundante de
alimentos en un área de influencia de gran tamaño hacia el estrecho embudo
de su nido. Cualquier criatura que evolucione las
adaptaciones necesarias para insertarse en el embudo e interceptar el
flujo podría ganarse la vida. Eso es lo que los cucos y otros parásitos de cría han hecho. Sin embargo, el carricero común no es una resignada {68} cornucopia de comida gratis. Se trata de una activa y compleja máquina, con órganos sensoriales, músculos y cerebro. El parásito de cría no sólo debe tener su cuerpo inserto en el nido del hospedador. También
debe infiltrarse en las defensas del sistema nervioso del hospedador, y
sus puertos de entrada son los órganos de los sentidos del hospedador. El cuco utiliza estímulos clave para desbloquear la maquinaria de atención parental del hospedador y subvertirla.
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