El
cuerpo individual es un vehículo del gen mucho más persuasivo que el grupo
porque, entre otras razones, los replicadores forajidos dentro del
cuerpo no son muy propensos a estar fuertemente favorecidos sobre sus
alelos. La
razón fundamental de esto es la rigurosa formalidad de los mecanismos
de reproducción individual, lo que Hamilton llamó la 'gavota de cromosomas' (1975b). Si
todos los replicadores 'saben' que su única esperanza de entrar en la
siguiente generación es a través del ortodoxo cuello de botella de
la reproducción individual, todos tendrán 'los mismos intereses en el fondo'; supervivencia
del cuerpo compartido hasta la edad reproductiva, {135} cortejo
exitoso y la reproducción del cuerpo compartido, y un resultado exitoso
en la empresa parental del cuerpo compartido. El esclarecido interés propio desalienta la delincuencia cuando todos los
replicadores tienen el mismo interés en la reproducción normal del mismo
cuerpo compartido.
Cuando
la reproducción es asexual, la participación accionarial es igual y
total, puesto que todos los replicadores tienen la misma probabilidad del cien
por cien de encontrarse en cada cría producida por sus
esfuerzos conjuntos. Cuando
la reproducción es sexual, la posibilidad correspondiente para cada
replicador es sólo la mitad de grande, pero la elegancia ritualizada de
la meiosis, la 'gavota' de Hamilton, tiene un gran éxito en garantizar que cada alelo tenga la misma oportunidad de cosechar los beneficios del
éxito de la empresa reproductiva conjunta. Por supuesto, otra cuestión es el por qué la gavota de los cromosomas es tan protocolaria. Se trata de una cuestión sumamente importante que voy a evadir con una simple declaración de cobardía. Es
una de una serie de preguntas acerca de la evolución de los sistemas
genéticos con las que mejores mentes que la mía han luchado con más o
menos éxito (Williams 1975, 1980; Maynard Smith 1978a), un conjunto de
preguntas que movió a Williams a remarcar que 'existe una especie de crisis actual en la biología evolutiva'. No entiendo por qué la meiosis es de la manera que es, pero, tal como viene dada, hay mucho de lo siguiente. En
particular, el organizado trato equitativo de la meiosis ayuda a explicar la coherencia y la armonía que une a las partes de un organismo
individual. Si,
en el nivel del grupo de individuos como posible vehículo, el privilegio de la reproducción estuviera garantizado con la misma honradez escrupulosa
en una igualmente bien disciplinada 'gavota de los organismos', la
selección de grupo podría convertirse en una teoría de la
evolución más plausible. Pero,
con la posible excepción del caso muy especial de los insectos
sociales, la 'reproducción' de grupo es anárquica y favorable a la delincuencia individual. Incluso las colonias de insectos sociales nunca volverán a parecer totalmente
armoniosas después del ingenioso análisis de
los conflictos en la proporción de sexos de Trivers y de Hare (véase el capítulo 4).
Esta
consideración nos dice dónde debemos mirar primero si queremos
descubrir forajidos dentro del cuerpo individual como vehículo. Cualquier
replicador que logre subvertir las reglas de la meiosis para
disfrutar de más de la exigida probabilidad del 50 por ciento de acabar
en un gameto tendería, en igualdad de circunstancias, a ser
favorecido sobre sus alelos en la selección natural. Tales genes son conocidos por los genetistas bajo el nombre de genes de propulsión meiótica o distorsionadores de segregación. Ya los he utilizado como ejemplo para ilustrar mi definición de un forajido.
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