Waldman y Adler (1979) han investigado si los renacuajos se asocian preferentemente con sus hermanos. A unos renacuajos tomados de dos puestas se les marcó con colores y se les permitió nadar libremente en un tanque de agua; entonces, se bajó una rejilla en el tanque, atrapando cada renacuajo en uno de los dieciséis compartimentos. Hubo
una tendencia estadísticamente significativa de los renacuajos a
terminar más cerca de los hermanos que de los no hermanos. Tal
vez por desgracia, el diseño experimental no descarta un posible efecto
de confusión determinado genéticamente en la 'selección de hábitat'. Si
hay una tendencia genéticamente determinada, digamos, {151} en pegarse a los bordes del tanque en lugar de en dirigirse al medio, puede como
consecuencia esperarse que los parientes genéticos terminen en las mismas
partes del tanque. Así pues, el
experimento no demuestra inequívocamente un reconocimiento de
parientes o una preferencia por asociarse con los familiares como tales,
aunque para muchos propósitos teóricos esto no importa. Los
autores presentaron su artículo con referencia a la teoría de la
selección de parentesco de Fisher (1930a) en la evolución del
aposematismo, y para esa teoría
los familiares simplemente tienen que acabar juntos. No importa si están juntos debido a la preferencia de hábitat compartido o por verdadero reconocimiento parental. Sin embargo, vale la pena señalar para nuestro propósito que, si
posteriores experimentos confirmaran la regla de una 'selección incidental
de hábitat' por parte de los renacuajos, esto descarta la teoría de la 'axila', pero no
descarta la teoría de la barba verde.
Sherman
(1979) invoca la idea de favoritismo genético en una ingeniosa teoría
sobre el número de cromosomas en los insectos sociales. Presenta evidencias de que los insectos eusociales tienden a tener un número de cromosomas más alto que sus parientes filogenéticos no
sociales más cercanos. Seger (1980) descubrió independientemente el efecto, y tiene su propia teoría para dar cuenta de ello. La
evidencia del efecto es un tanto equívoca y quizá
se beneficiaría de un análisis exigente utilizando los métodos
estadísticos desarrollados por estudiosos modernos del método
comparativo (por ejemplo, Harvey y Mace 1982). Pero lo que me interesa aquí no es la verdad del efecto en sí, sino la teoría para explicarlo. Sherman hace notar correctamente que los altos números de cromosomas tienden a reducir la varianza en la fracción de los genes compartidos
entre hermanos. Por poner un caso extremo, si una especie tiene un solo par de cromosomas
sin cruzamiento, cualquier par de hermanos completos (idénticos por descendencia) compartirá ya sea todos, ninguno, o la mitad de sus
genes con una media del 50 por ciento. Por otro lado, si
hay cientos de cromosomas, el número de genes
compartidos entre hermanos (idénticos por descendencia) se distribuirá estrechamente alrededor de la misma media del 50 por ciento. El cruzamiento complica el asunto, pero continúa siendo cierto que un alto número
de cromosomas en una especie tiende a ir asociado a una baja variación genética
entre hermanos en esa especie.
De
ello se desprende que si las obreras de insectos sociales desearan
discriminar a favor de aquellas de sus hermanas con los que comparten la mayoría de los genes, les sería más fácil hacerlo si el número de cromosomas de la especie fuera bajo que si
fuera alto. Tal
discriminación preferencial por las obreras sería perjudicial para la aptitud de la reina, que 'preferiría' un tratamiento más ecuánime
de su descendencia. Por
tanto, Sherman sugiere, en efecto, que el alto número de cromosomas en
los insectos eusociales es una adaptación que "causa que los intereses
reproductivos de los descendientes coincidan más estrechamente con los
de su madre". No hay que olvidar, por cierto, que las obreras no son unánimes. Cada
obrera podría mostrar favoritismo hacia las hermanas más jóvenes
que se le asemejen, pero otras obreras tenderían a resistir su
favoritismo, por la misma razón que se resiste la reina. Las
obreras no pueden tratarse como {152} un partido monolítico en
oposición a la reina, en la misma forma en que Trivers y Hare (1976) las trataron en su teoría del conflicto sobre la proporción de
sexos.
viernes, 28 de octubre de 2016
viernes, 21 de octubre de 2016
Capítulo 8.- Forajidos y Modificadores (150).- Barbas verdes y axilas (8)
![]() |
Macaca nemestrina. Fuente: wildlifeatrisk.org |
![]() |
Lasioglossum zephyrum. Fuente: flickr Alex Surcica. |
viernes, 14 de octubre de 2016
Capítulo 8.- Forajidos y Modificadores (149).- Barbas verdes y axilas (7)
En la evaluación de este punto, todo depende de la naturaleza exacta de lo que estemos llamando el fenotipo de la barba verde. Si se considera el fenotipo pleiotrópico dual completo -la barba verde más el altruismo hacia
los individuos con barba verde- como una entidad empaquetada, cuyos
modificadores pueden suprimirla o mejorarla sólo de forma unitaria, entonces
seguramente Ridley y Grafen tienen razón en que los genes de la barba verde no son forajidos. Pero,
desde luego, como ellos mismos remarcan, un modificador que pudiera separar los dos efectos fenotípicos se vería ciertamente favorecido, suprimiendo el fenotipo altruista del gen de la barba verde, mientras que no la
barba verde en sí. Una
tercera posibilidad es el caso especial de un gen de la barba verde que causara que los padres discriminaran a favor de aquellos hijos
que compartieran el reconocimiento de caracteres. Dicho gen sería análogo a un gen de impulso meiótico, y sería un verdadero forajido.
Independientemente de lo que se piense sobre la cuestión de Ridley y de Grafen sobre el efecto de la barba verde, está claro que los genes implicados en el altruismo hacia parientes cercanos, y que son favorecidos por la presión de selección de parentesco convencional, definitivamente no son forajidos. Todos los genes en el genoma tienen las mismas probabilidades estadísticas de beneficiarse del comportamiento altruista de parentesco, porque todos tienen las mismas probabilidades estadísticas de estar en el individuo beneficiado. Un 'gen de selección de parentesco' no está, en cierto sentido, trabajando solo para sí mismo, sino que también beneficia a los otros genes en su genoma. Por tanto no habrá selección a favor de modificadores que lo supriman. Los genes de autoinspección de la axila serían un caso especial de genes de reconocimiento de parentesco, y tampoco son forajidos.
He sido negativo sobre la plausibilidad del efecto barba verde. El favoritismo postulado basado en los cromosomas sexuales, que ya he mencionado, es un caso especial del efecto barba verde, y es quizás el más verosímil. Lo discutí en el marco del favoritismo dentro de la familia: se supondría que los hermanos mayores discriminarían entre sus hermanos más jóvenes, sobre la base de la probabilidad de compartir cromosomas sexuales, siendo el mismo sexo utilizado como la etiqueta ('barba verde'). Esto no es demasiado improbable, ya que, si los cromosomas Y no se cruzan, en lugar de tener que postular un único 'gen' pleiotrópico de la barba verde, podemos postular un 'cromosoma de la barba verde' completo. Sería suficiente que la base genética para el favoritismo sexual ocurra en cualquier parte del cromosoma sexual referido. Se podría enunciar un argumento similar para cualquier parte sustancial de un cromosoma que, digamos que por inversión, no se cruzaran. Por tanto, es concebible que algún día pueda descubrirse un cierto tipo de verdadero efecto de la barba verde.
Independientemente de lo que se piense sobre la cuestión de Ridley y de Grafen sobre el efecto de la barba verde, está claro que los genes implicados en el altruismo hacia parientes cercanos, y que son favorecidos por la presión de selección de parentesco convencional, definitivamente no son forajidos. Todos los genes en el genoma tienen las mismas probabilidades estadísticas de beneficiarse del comportamiento altruista de parentesco, porque todos tienen las mismas probabilidades estadísticas de estar en el individuo beneficiado. Un 'gen de selección de parentesco' no está, en cierto sentido, trabajando solo para sí mismo, sino que también beneficia a los otros genes en su genoma. Por tanto no habrá selección a favor de modificadores que lo supriman. Los genes de autoinspección de la axila serían un caso especial de genes de reconocimiento de parentesco, y tampoco son forajidos.
He sido negativo sobre la plausibilidad del efecto barba verde. El favoritismo postulado basado en los cromosomas sexuales, que ya he mencionado, es un caso especial del efecto barba verde, y es quizás el más verosímil. Lo discutí en el marco del favoritismo dentro de la familia: se supondría que los hermanos mayores discriminarían entre sus hermanos más jóvenes, sobre la base de la probabilidad de compartir cromosomas sexuales, siendo el mismo sexo utilizado como la etiqueta ('barba verde'). Esto no es demasiado improbable, ya que, si los cromosomas Y no se cruzan, en lugar de tener que postular un único 'gen' pleiotrópico de la barba verde, podemos postular un 'cromosoma de la barba verde' completo. Sería suficiente que la base genética para el favoritismo sexual ocurra en cualquier parte del cromosoma sexual referido. Se podría enunciar un argumento similar para cualquier parte sustancial de un cromosoma que, digamos que por inversión, no se cruzaran. Por tanto, es concebible que algún día pueda descubrirse un cierto tipo de verdadero efecto de la barba verde.
viernes, 7 de octubre de 2016
Capítulo 8.- Forajidos y Modificadores (148).- Barbas verdes y axilas (6)
Si la última teoría resultara ser correcta, ¿este resultado daría ayuda y acomodo a la teoría de la barba verde? Tal vez un
poco, ya que sugiere que un carácter morfológico y el
reconocimiento del comportamiento de algo parecido a ese carácter
morfológico puede estar, o puede rápidamente llegar a estar, muy vinculado
genéticamente. Aquí hay que recordar que en el ejemplo de la polilla cripsis no hay ninguna sugerencia de que se trate de un efecto forajido. Si
hay dos genes, uno que controla el color y el otro el comportamiento de
elección de fondo, ambos pueden beneficiarse mutuamente de la presencia del otro, y ninguno de los dos es en ningún sentido un forajido. Si los dos genes empezaran lejanamente vinculados, la selección favorecería una vinculación más y más cercana. No
está claro que la selección favoreciera igualmente la estrecha
vinculación de un 'gen para la barba verde' y un gen para el reconocimiento de la barba verde. Parece que la asociación entre los efectos tendría que estar allí por azar ya desde el principio.
El efecto barba verde es precisamente un gen egoísta que vela por las copias de sí mismo en otros individuos, sin importarle, de hecho a pesar de, la probabilidad de que los individuos compartan genes en general. El gen de la barba verde detecta copias de sí mismo, y por tanto parece funcionar en contra de los intereses del resto del genoma. Parece ser un forajido en el sentido de que hace que los individuos trabajen y paguen los costes, en beneficio de otros individuos que no son particularmente propensos a compartir genes distintos del propio forajido. Esta es la razón por la que Alexander y Borgia (1978) le llaman forajido, y es uno de los motivos de su escepticismo sobre la existencia de los genes de la barba verde.
Pero en realidad no es evidente que los genes de la barba verde, si es que alguna vez aparecen, sean forajidos. Ridley y Grafen (1981) dan la siguiente advertencia. Nuestra definición de un forajido hace referencia a que provocan modificadores en otros loci que tienden a suprimir sus efectos fenotípicos. A primera vista, parece claro que los genes de la barba verde provocarían de hecho la supresión de modificadores, porque los modificadores no tenderían a tener copias en los cuerpos de los individuos verde-barbudos (no emparentados) a los que cuidan. Pero no hay que olvidar que un modificador, si ha de tener algún efecto sobre la expresión fenotípica de un gen de la barba verde, es probable que esté él mismo en un cuerpo verde-barbudo, y por consiguiente esté en condiciones de beneficiarse de recibir el altruismo de otros individuos de barba verde. Además, dado que estos otros donantes de barba verde no son particularmente propensos a ser familiares, las copias de los supuestos modificadores no asumirían los costes de su altruismo. Por tanto, podría darse el caso de que los posibles modificadores en otros loci ganaran más que perdieran por compartir un cuerpo con un gen de la barba verde. A esto no se puede objetar que los costes del altruismo a otros individuos de barba verde puedan ser mayores que los beneficios de recibir el altruismo de otros individuos de barba verde: si esto {149} fuera cierto. no podría cuestionarse la difusión del gen de la barba verde en el primer lugar. La esencia de la cuestión de Ridley y Grafen es que si el gen de la barba verde tuviera lo necesario para propagarse por toda la población (lo que es improbable), el balance de costes y beneficios favorecería modificadores que acentuaran el efecto, no que lo redujeran.
El efecto barba verde es precisamente un gen egoísta que vela por las copias de sí mismo en otros individuos, sin importarle, de hecho a pesar de, la probabilidad de que los individuos compartan genes en general. El gen de la barba verde detecta copias de sí mismo, y por tanto parece funcionar en contra de los intereses del resto del genoma. Parece ser un forajido en el sentido de que hace que los individuos trabajen y paguen los costes, en beneficio de otros individuos que no son particularmente propensos a compartir genes distintos del propio forajido. Esta es la razón por la que Alexander y Borgia (1978) le llaman forajido, y es uno de los motivos de su escepticismo sobre la existencia de los genes de la barba verde.
Pero en realidad no es evidente que los genes de la barba verde, si es que alguna vez aparecen, sean forajidos. Ridley y Grafen (1981) dan la siguiente advertencia. Nuestra definición de un forajido hace referencia a que provocan modificadores en otros loci que tienden a suprimir sus efectos fenotípicos. A primera vista, parece claro que los genes de la barba verde provocarían de hecho la supresión de modificadores, porque los modificadores no tenderían a tener copias en los cuerpos de los individuos verde-barbudos (no emparentados) a los que cuidan. Pero no hay que olvidar que un modificador, si ha de tener algún efecto sobre la expresión fenotípica de un gen de la barba verde, es probable que esté él mismo en un cuerpo verde-barbudo, y por consiguiente esté en condiciones de beneficiarse de recibir el altruismo de otros individuos de barba verde. Además, dado que estos otros donantes de barba verde no son particularmente propensos a ser familiares, las copias de los supuestos modificadores no asumirían los costes de su altruismo. Por tanto, podría darse el caso de que los posibles modificadores en otros loci ganaran más que perdieran por compartir un cuerpo con un gen de la barba verde. A esto no se puede objetar que los costes del altruismo a otros individuos de barba verde puedan ser mayores que los beneficios de recibir el altruismo de otros individuos de barba verde: si esto {149} fuera cierto. no podría cuestionarse la difusión del gen de la barba verde en el primer lugar. La esencia de la cuestión de Ridley y Grafen es que si el gen de la barba verde tuviera lo necesario para propagarse por toda la población (lo que es improbable), el balance de costes y beneficios favorecería modificadores que acentuaran el efecto, no que lo redujeran.
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