Si la última teoría resultara ser correcta, ¿este resultado daría ayuda y acomodo a la teoría de la barba verde? Tal vez un
poco, ya que sugiere que un carácter morfológico y el
reconocimiento del comportamiento de algo parecido a ese carácter
morfológico puede estar, o puede rápidamente llegar a estar, muy vinculado
genéticamente. Aquí hay que recordar que en el ejemplo de la polilla cripsis no hay ninguna sugerencia de que se trate de un efecto forajido. Si
hay dos genes, uno que controla el color y el otro el comportamiento de
elección de fondo, ambos pueden beneficiarse mutuamente de la presencia del otro, y ninguno de los dos es en ningún sentido un forajido. Si los dos genes empezaran lejanamente vinculados, la selección favorecería una vinculación más y más cercana. No
está claro que la selección favoreciera igualmente la estrecha
vinculación de un 'gen para la barba verde' y un gen para el reconocimiento de la barba verde. Parece que la asociación entre los efectos tendría que estar allí por azar ya desde el principio.
El efecto barba verde es precisamente un gen egoísta que vela por las copias de sí
mismo en otros individuos, sin importarle, de hecho a pesar de, la
probabilidad de que los individuos compartan genes en general. El gen de la barba verde detecta copias de sí mismo, y por tanto parece funcionar en contra de los intereses del resto del genoma. Parece
ser un forajido en el sentido de que hace que los individuos trabajen y
paguen los costes, en beneficio de otros individuos que no son
particularmente propensos a compartir genes distintos del propio forajido. Esta es la razón por la que Alexander y Borgia (1978) le llaman forajido, y
es uno de los motivos de su escepticismo sobre la existencia de los genes de la barba verde.
Pero en realidad no es evidente que los genes de la barba verde, si es que alguna vez aparecen, sean forajidos. Ridley y Grafen (1981) dan la siguiente advertencia. Nuestra
definición de un forajido hace referencia a que provocan modificadores en otros loci que tienden a suprimir sus efectos
fenotípicos. A
primera vista, parece claro que los genes de la barba verde provocarían de hecho
la supresión de modificadores, porque los modificadores no
tenderían a tener copias en los cuerpos de los individuos verde-barbudos (no emparentados) a los que cuidan. Pero
no hay que olvidar que un modificador, si ha de tener algún efecto
sobre la expresión fenotípica de un gen de la barba verde, es probable que esté él mismo en un cuerpo verde-barbudo, y por consiguiente esté en
condiciones de beneficiarse de recibir el altruismo de otros individuos de barba verde. Además,
dado que estos otros donantes de barba verde no son particularmente
propensos a ser familiares, las copias de los supuestos modificadores no asumirían los costes de su altruismo. Por
tanto, podría darse el caso de que los posibles modificadores en otros loci
ganaran más que perdieran por compartir un cuerpo con un gen
de la barba verde. A
esto no se puede objetar que los costes del altruismo a otros
individuos de barba verde puedan ser mayores que los beneficios de
recibir el altruismo de otros individuos de barba verde: si esto {149}
fuera cierto. no podría cuestionarse la difusión del gen de la barba verde en el primer lugar. La
esencia de la cuestión de Ridley y Grafen es que si el gen de la barba verde tuviera lo necesario para propagarse por toda la población (lo que es improbable), el balance de costes y beneficios favorecería modificadores que acentuaran el efecto, no que lo redujeran.
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