Permítanme usar la barba verde en otro instructivo experimento mental más, para aclarar la teoría del altruismo recíproco. He calificado al efecto barba verde como inverosímil, con la posible excepción de los casos especiales de los cromosomas sexuales. Pero hay otro caso especial que podría posiblemente tener alguna contrapartida en la realidad. Imagine
un gen que programe la regla de comportamiento: 'Si ves a otro
individuo que realiza un acto altruista, recuerda el incidente, y si
surge la oportunidad compórtate de manera altruista hacia ese individuo en el futuro' (Dawkins 1976a, p 96.). Esto puede llamarse el 'efecto reconocimiento del altruismo'. Utilizando
el legendario ejemplo de Haldane (1955) tirándose al río para salvar a
una persona que se ahoga, el gen que estoy {155} postulando podría extenderse
porque estuviera, en efecto, reconociendo a copias de sí mismo. Es, de hecho, una especie de gen de la barba verde. En
lugar de reconocer un carácter pleiotrópico secundario, tal como una barba verde, utiliza uno no incidental: el mismo patrón de comportamiento altruista del rescate. Los rescatadores tienden a proteger sólo a otros que han rescatado a
alguien en su momento, por lo que el gen tiende a guardar copias de sí
mismo (dejando a un lado los problemas de cómo pudiera empezar el
sistema, etc.). Mi razón en traer aquí este ejemplo hipotético es subrayar su distinción de otros dos casos, superficialmente similares. El primero es el que ilustró el propio Haldane, la protección de parientes cercanos; gracias a Hamilton, ahora lo entendemos bien. El segundo es el altruismo recíproco (Trivers 1971). Cualquier
parecido entre el verdadero altruismo recíproco y el caso hipotético del altruismo
por reconocimiento que ahora estoy discutiendo es pura coincidencia (Rothstein 1981). Sin embargo, el parecido a veces confunde a los estudiosos de la
teoría del altruismo recíproco, por lo que estoy haciendo uso de la
teoría de la barba verde, para disipar la confusión.
En
el verdadero altruismo recíproco, el 'altruista' tiene mucho que ganar en el
futuro por la presencia del beneficiario individual de su altruismo. El
efecto funciona incluso si ambos no comparten genes, e incluso
(contra Rothstein 1981) si pertenecen a diferentes especies, como en el
ejemplo de Trivers del mutualismo entre peces limpiadores y sus
clientes. Los
genes que intervienen en tal altruismo recíproco benefician el resto del
genoma no menos de lo que se benefician a sí mismos, y claramente no son forajidos. Son favorecidos por la conocida y ordinaria selección natural,
aunque algunas personas (por ejemplo Sahlins 1977, pp. 85-87) parecen
tener dificultades en entender el principio, aparentemente porque pasan
por alto la naturaleza dependiente de la frecuencia de la selección y la
consiguiente necesidad de pensar en términos de teoría de juegos (Dawkins 1976a, pp 197-201; Axelrod y Hamilton 1981). El efecto reconocimiento del altruismo es fundamentalmente diferente, aunque superficialmente similar. No hay necesidad de que el individuo reconocedor del altruismo devuelva un beneficio que se le haya hecho a él mismo. Simplemente reconoce buenas obras hechas a cualquiera, y singulariza al altruista para sus propios favores posteriores.
Sería imposible dar una explicación razonable de los forajidos en términos de individuos que maximizan su aptitud. Esa es la razón para darles protagonismo en este libro. Al principio del capítulo dividí los forajidos en 'forajidos alélicos' y 'forajidos de propagación lateral'. Todos
los forajidos sugeridos hasta ahora hemos considerado que han sido alélicos:
se ven favorecidos sobre sus alelos en sus propios loci, mientras se les oponían modificadores en otros loci. Ahora paso a los forajidos de difusión lateral. Estos
son forajidos suficientemente rebeldes para romper por completo la
disciplina de la competencia alélica dentro de los confines de un locus.
Se propagan a otros loci, incluso crean nuevos loci para sí mismos aumentando el tamaño del genoma. Están
convenientemente discutidos bajo el titular de 'ADN Egoísta', un eslogan que
ha adquirido recientemente actualidad en las páginas de Nature. Este será el tema de la primera parte del próximo capítulo.
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