Por
último, al final del capítulo vimos que los genes que 'comparten' un
rasgo fenotípico extendido dado podrían provenir de diferentes especies,
incluso de diferentes {210} filos y reinos diferentes. En este capítulo se desarrollarán otras dos ideas. Una
de ellas es que los fenotipos que se extienden fuera del cuerpo no
tienen que ser artefactos inanimados: ellos mismos pueden ser
construidos de tejido vivo. La
otra idea es que donde quiera que se compartan las influencias genéticas
en un fenotipo extendido, las influencias compartidas pueden estar en
conflicto entre sí en lugar de en cooperación. Las relaciones a las que nos referimos son las de los parásitos y sus hospedadores. Demostraré que es lógicamente razonable considerar que los genes de los parásitos tengan expresión fenotípica en los cuerpos de los hospedadores y su comportamiento.
La larva de tricóptero deambula dentro de la casa de piedra que se construyó. Por
tanto, parece apropiado considerar la casa como la pared exterior del
vehículo del gen, la carcasa de la máquina de supervivencia. Es
aún más fácil de considerar la concha de un caracol como parte de la
expresión fenotípica de los genes del caracol ya que, aunque la concha es inorgánica y 'muerta', su sustancia química fue secretada directamente
por las células del caracol. Las
variaciones en, digamos, el grosor de la concha se calificarían como genéticas si los
genes en las células de los caracoles afectaran al grosor de la concha. De lo contrario, se calificarían como ambientales. Pero
hay informes de caracoles con parásitos tremátodos que tienen conchas más gruesas que los caracoles no parasitados (Cheng 1973). Desde
el punto de vista de la genética del caracol, este aspecto de la
variación de la concha está bajo el control 'ambiental' - el tremátodo es parte del entorno de la caracoles- pero desde el punto de
vista de la genética del tremátodo, bien podría estar bajo control genético: de hecho, podría ser una adaptación evolucionada del tremátodo. Es
cierto que también es posible que una concha más gruesa sea una
respuesta patológica del caracol, un simple subproducto de la infección. Pero déjeseme explorar la posibilidad de que se trate de una adaptación del tremátodo, ya que es una idea interesante para utilizar en un debate posterior.
Si consideramos la variación de la concha del caracol como, en parte, la
expresión fenotípica de los genes del caracol, podríamos reconocer un
grosor óptimo de la concha en el siguiente sentido. La selección
presumiblemente penaliza los genes del caracol que hacen conchas demasiado
gruesas, así como los que hacen conchas demasiado delgadas. Las conchas finas proporcionan una protección inadecuada. Los
genes para conchas demasiado delgadas, por tanto, ponen en peligro sus
copias de la línea germinal, así que, en consecuencia, no son favorecidos por la
selección natural. Las
conchas que son demasiado gruesas presuntamente protegen a sus
caracoles (y a los genes de la línea germinal para el espesor adicional encerrados en ella) superlativamente, pero el costo adicional de hacer una
concha gruesa resta valor al éxito del caracol de alguna otra manera. En
la economía del cuerpo, los recursos que se consumen en la fabricación
de conchas extra gruesas, y en llevar encima el peso extra, mejor podrían
haber sido desviados en hacer, pongamos, gónadas más grandes. Por tanto, continuando
con el ejemplo hipotético, los genes para conchas
extra-gruesas tienden a inducir en el cuerpo alguna desventaja compensatoria, como unas gónadas relativamente pequeñas y, por tanto, no
se transmitirán a la siguiente generación tan efectivamente. Incluso
si no hay, de hecho, compensación entre el grosor de la concha y
el tamaño de las gónadas, seguro que hay algún tipo de compensación análoga, y se alcanzaría un compromiso de espesor intermedio. Los
genes que tienden a hacer conchas de caracol demasiado gruesas o
demasiado delgadas no prosperarán en el acervo genético del caracol. {211}
No hay comentarios:
Publicar un comentario