Pero
todo este razonamiento presupone que los únicos genes que tienen poder
sobre la variación del grosor de la concha son los genes del caracol. ¿Qué
pasa si algunos de los factores causales que son, por definición,
ambientales desde el punto de vista del caracol, resultan ser genéticos desde
algún otro punto de vista, pongamos desde el tremátodo? Supongamos
que adoptamos la sugerencia hecha anteriormente de que algunos genes de tremátodo son capaces, a través de una influencia sobre la fisiología de
caracol, de ejercer un efecto sobre el espesor de concha de caracol. Si
el grosor de la concha influye en el éxito de la replicación de dichos
genes tremátodos, la selección natural está obligada a trabajar en las frecuencias relativas de sus alelos en el acervo genético tremátodo. Los cambios en el grosor de la concha de caracol pueden considerarse,
pues, al menos en parte, como posibles adaptaciones para el beneficio
de los genes del tremátodo.
Ahora bien,
es muy poco probable que el espesor óptimo de la concha desde el punto de vista de los genes de los tremátodos sea el mismo que el óptimo desde el punto
de vista de los genes de los caracoles. Por
ejemplo, se seleccionarán los genes del caracol por sus efectos
beneficiosos sobre la reproducción del caracol, además de para su supervivencia, pero (salvo en circunstancias especiales en las que nos vamos a entrar)
los genes de tremátodos pueden valorar la supervivencia de caracol, pero no
lo harán en absoluto sobre su reproducción. Por tanto, en
la disyuntiva inevitable entre las exigencias de la supervivencia y de la
reproducción del caracol, los
genes del caracol serán seleccionados para producir un compromiso óptimo, mientras que los
genes del tremátodo serán seleccionados para devaluar la reproducción del caracol a cambio de dar ventaja a la supervivencia del caracol, y por consiguiente para engrosar la cáscara. Un engrosamiento de la concha de caracoles parasitados es, como se recordará, el fenómeno observado con el que empezamos.
Aquí puede
objetarse que si bien un tremátodo no tiene participación
directa en la reproducción de su propio caracol hospedador, sí que participa en general en la existencia de una nueva generación de caracoles. Esto
es cierto, pero hay que tener mucho cuidado antes de utilizar el hecho
de predecir que la selección favorecería las adaptaciones del tremátodo para mejorar
la reproducción del caracol. La pregunta que tenemos que hacernos es ésta. Dado
que el acervo genético del tremátodo estaba dominado por genes que
ayudaban a la reproducción del caracol en detrimento de la supervivencia
del caracol, ¿la selección favorecería un gen tremátodo egoísta que
sacrificase la reproducción de su caracol hospedador en particular, incluso
castrando parasitáriamente al caracol, en interés de la prolongación de la vida de ese hospedador, y por tanto de la promoción de su propia supervivencia y de la reproducción? Excepto en circunstancias especiales, la respuesta es sin duda que sí; tal
gen raro invadiría el acervo genético del tremátodo, puesto que podría explotar el
suministro gratuito de nuevos caracoles alentado por la mayoría solidaria de la población de tremátodos. En otras palabras, el favorecer la reproducción del caracol a expensas de la supervivencia del caracol no sería una EEE del tremátodo. Los
genes de tremátodo que logran desplazar la inversión de los recursos
del caracol desde la reproducción hacia la supervivencia tienden a ser favorecidos
en el acervo genético del tremátodo. Es
totalmente plausible, por tanto, que el espesor extra de conchas
observado en los caracoles parasitados sea una adaptación del tremátodo.
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