Agradezco
al Dr. J.P. Hailman por no tener en cuenta mi reacción sarcástica con un
colega por un artículo que fue una breve prueba de este libro
(Dawkins 1978a): 'Richard Dawkins ha redescubierto el organismo'. La ironía no me pasó desapercibida, pero tiene su miga. Estamos
de acuerdo en que hay algo especial en el organismo individual como un
nivel en la jerarquía de la vida, pero no es algo obvio, para ser
aceptado sin rechistar. Mi esperanza es que este libro haya revelado que hay una segunda cara del cubo de Necker. Pero los cubos de Necker tienen el hábito de voltearse de nuevo a su posición original, y luego volver a alternar. Sea
lo que sea lo especial del organismo individual como una
unidad de la vida, deberíamos como mínimo verlo con más claridad, por haber
visto el otro lado del cubo de Necker, por haber entrenado nuestros
ojos para ver a través de las paredes del cuerpo en el mundo de replicadores, y fuera y más allá de sus fenotipos extendidos.
Entonces, ¿qué es lo que tiene de especial el organismo individual? Habida
cuenta de que la vida puede ser vista como un conjunto de replicadores
con sus herramientas fenotípicas extendidas de supervivencia, ¿por qué en la práctica los replicadores han elegido agruparse entre sí por cientos de miles en células? ¿y por qué han influido
en esas células para clonarse a sí mismos por millones de miles de millones en organismos?
La lógica de los sistemas complejos sugiere un tipo de respuesta. Simon
(1962) ha escrito un estimulante ensayo sobre 'La arquitectura de la
complejidad', que sugiere (usando una parábola de dos relojeros
denominada Tempus y Hora, que se ha convertido en muy conocida), una
razón funcional general del por qué una organización compleja de cualquier
tipo, biológica o artificial, tiende a organizarse en jerarquías anidadas de subunidades repetidas. He
desarrollado su argumento en el contexto etológico, concluyendo que la
evolución de los estadísticamente 'improbables conjuntos avanza más
rápidamente si hay una sucesión de subconjuntos estables intermedios. Dado
que el argumento se puede aplicar a cada subconjunto, se deduce que los
sistemas altamente complejos que existen en el mundo es probable que
tengan una arquitectura jerárquica' (Dawkins 1976b). En el presente contexto, la jerarquía se compone de genes dentro de células, y de células dentro de organismos. Margulis
(1981) expone convincentes y fascinantes argumentos de la vieja idea de que la
jerarquía contiene otro nivel intermedio: las 'células' eucariotas son en
sí mismas, en cierto sentido, grupos multicelulares, uniones
simbióticas de entidades tales como mitocondrias, plástidos y cilios, que son homólogas a, y descendientes de, las células procariotas. No voy a continuar con el asunto aquí. La explicación de Simon es muy general, y necesitamos una respuesta más concreta a la
pregunta de por qué los replicadores {252} decidieron organizar sus
fenotipos en unidades funcionales, sobre todo en dos niveles, el de la
célula y el del organismo multicelular.
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