El
efecto barba verde reduce a sus nudas esencias el principio de 'auto-reconocimiento del gen' a través de una vía irrealmente hipotética, pero sin embargo instructiva. Se postula que un gen tiene dos efectos pleiotrópicos. Uno de los efectos es conferir una etiqueta bien visible, la barba verde. El otro efecto es conferir una tendencia a comportarse de forma altruista hacia los portadores de la etiqueta. Dicho gen, si alguna vez surgiera, podría fácilmente ser favorecido
por la selección natural, aunque sería vulnerable a que surgiera un mutante que confiriera la etiqueta sin el altruismo.
Los genes no son diablillos conscientes, capaces de reconocer copias de sí mismos en otros individuos y actuar en consecuencia. La única manera de que surja el efecto barba verde es por pleiotropía incidental. Ha de surgir una
mutación que tenga justo dos efectos complementarios:
la etiqueta o la 'barba verde', y la tendencia a comportarse de manera
altruista para con los individuos etiquetados. Siempre he pensado que tal conjunción fortuita de efectos pleiotrópicos es demasiado buena para ser verdad. Hamilton
también señaló la inverosimilitud inherente a la idea, pero continuó
'... a priori podrían hacerse exactamente las mismas objeciones a la
evolución del emparejamiento selectivo que manifiestamente ha
evolucionado, probablemente muchas veces de forma independiente, y a pesar
de sus oscuras ventajas' (Hamilton 1964b, Pág. 25). Vale la pena examinar brevemente esta comparación con el emparejamiento selectivo, que para los propósitos actuales tomaré en el sentido de la
tendencia de los individuos a preferir aparearse con individuos que se
parecen a ellos genéticamente.
¿Por qué el efecto barba verde parece mucho más descabellado que el emparejamiento selectivo? No es sólo que se sabe positivamente que el emparejamiento selectivo se produce. Sugiero otra razón. Esta
es que cuando pensamos en el emparejamiento selectivo asumimos
implícitamente la autoinspección como un medio para facilitar tal efecto. Si
los individuos negros prefieren aparearse con individuos de raza negra,
y los blancos con los blancos, no nos parece difícil de creer, porque tácitamente
asumimos que los individuos perciben su propio color. Cada
individuo, sea cual sea su color, se supone que está obedeciendo la misma
regla: Inspecciónate a ti mismo (o a los miembros de tu propia familia) y
elige a un compañero del mismo color. Este
principio no pone a prueba nuestra credulidad exigiendo que dos efectos
específicos -preferencia de comportamiento y de color- sean
controlados pleiotrópicamente por el mismo gen. Si
hay una ventaja general en el emparejamiento con parejas similares, la
selección natural favorecerá la regla de autoinspección, con
independencia de la naturaleza exacta del carácter de reconocimiento
utilizado. No tiene que ser el color de la piel. Cualquier carácter visible y variable operaría con una regla idéntica de comportamiento. No tiene por qué postularse ningún pleiotropismo descabellado.
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