En
el otro extremo estarán los parásitos cuyos genes se transmiten no en
propágulos reproductivos del hospedador, sino, por ejemplo, en el aliento
exhalado del hospedador, o en su cadáver. En
estos casos, es probable que el fenotipo óptimo de hospedador, desde el punto de vista de los genes del parásito, sea muy diferente del fenotipo
óptimo de hospedador desde el punto de vista de los genes del propio hospedador. El fenotipo que emerja será una concertación. Esta es, pues, una dimensión de la clasificación de las relaciones parásito-hospedador. La llamaré la dimensión de 'coincidencia del propágulo'.
Una
segunda dimensión de la clasificación se refiere al tiempo de la acción
de los genes del parásito durante el desarrollo del hospedador. Un
gen, tanto de hospedador como de parásito, puede ejercer una influencia
más fundamental sobre el fenotipo hospedador final si actúa temprano en el
desarrollo del embrión del hospedador que si actúa tarde. Un
cambio radical, tal como el desarrollo de dos cabezas, podría
lograrse por una sola mutación (en el genoma del hospedador o en el del parásito) si la mutación actúa suficientemente temprano en el desarrollo embrionario
del hospedador. Un
mutante de acción tardía (de nuevo, en el genoma del hospedador o del parásito) -un mutante que no comienza a actuar hasta que el cuerpo del
anfitrión ha alcanzado la edad adulta- es probable que sólo tenga un
efecto pequeño, ya que la arquitectura general del cuerpo ya estará establecida por entonces. Por consiguiente, un parásito que entra en su hospedador después de
que éste ha alcanzado la edad adulta es menos probable que tenga un efecto
radical sobre el fenotipo del hospedador que un parásito que se
introduzca al principio. Sin embargo, hay excepciones notables, como la castración parasitaria de los crustáceos que ya se ha mencionado.
Mi
tercera dimensión de la clasificación de las relaciones parásito-hospedador se refiere a la continuidad de lo que puede llamarse estrecha
intimidad de la acción a distancia. Todos los genes ejercen influencia principalmente sirviendo como plantillas para la síntesis de proteínas. El
locus de la influencia principal del gen es, por tanto, la célula, en particular
el citoplasma que rodea el núcleo en el que el gen se ubica. El ARN mensajero fluye a través de la membrana nuclear y mediatiza el control genético sobre la bioquímica citoplasmática. Entonces, la expresión fenotípica de un gen es, en primer lugar, su influencia en la bioquímica citoplasmática. A
su vez, esto influye en la forma y estructura de toda la célula, y la
naturaleza de sus interacciones químicas y físicas con las células
vecinas. Esto
afecta a la acumulación de tejidos multicelulares, y a su vez a la
diferenciación de una variedad de tejidos en el cuerpo en desarrollo. Finalmente
emergen los atributos de todo el organismo que los anatomistas macroscópicos y
los etólogos identifican en su nivel como las expresiones fenotípicas de genes.
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