viernes, 15 de agosto de 2014

Capítulo 3.- Constricciones a la Perfección (36)

Volviendo al efecto del desfase temporal en sí, puesto que el hombre moderno ha cambiado radicalmente el entorno de muchos animales y plantas a través de una escala de tiempo que es insignificante para los estándares evolutivos normales, podemos esperar ver adaptaciones anacrónicas con bastante frecuencia. La respuesta antidepredador del erizo haciéndose una bola es tristemente inadecuada contra los automóviles.
 
Los críticos laicos con frecuencia mencionan algún rasgo de mala adaptación aparente en el comportamiento humano moderno -la adopción, por ejemplo, o la contracepción- y lanzan un desafío a "explicar esto si puedes con los genes egoístas". Obviamente, como Lewontin, Gould y otros han subrayado con razón, sería posible, según el ingenio de cada cual, sacarse una explicación "sociobiológica" del sombrero, una "fábula falaz ad hoc" ["just-so story"], pero estoy de acuerdo con ellos y Caín que responder a estos retos es un ejercicio trivial; de hecho, es probable que sea  incluso perjudicial. La adopción y la contracepción, como la lectura, las matemáticas y la enfermedad inducida por estrés, son productos de un animal que vive en un entorno radicalmente diferente de aquel en el que se seleccionaron de forma natural sus genes. La pregunta sobre el significado adaptativo de la conducta en un mundo artificial  nunca debería haber sido formulada, y aunque una pregunta tonta puede merecer una respuesta tonta, es más prudente no dar ninguna respuesta en absoluto y explicar por qué.

Una analogía útil es una que he oído de RD Alexander. Las polillas vuelan hacia la llama de las velas, y esto no ayuda en nada a su aptitud inclusiva. En el mundo antes de que se inventaran las velas, las pequeñas fuentes de luz brillante en la oscuridad serían o bien los cuerpos celestes en el infinito óptico, o bien podrían haber sido los orificios de escape de cuevas u otros espacios cerrados. El último caso sugiere inmediatamente un valor de supervivencia para acercarse a las fuentes de luz. El primer caso también lo sugiere, pero en un sentido más indirecto (Fraenkel y Gune, 1940). Muchos insectos usan cuerpos celestes como brújulas. Dado que están en el infinito óptico, sus rayos son paralelos, y un insecto que mantiene una orientación fija de, pongamos, 30° hacia ellos, irá en una línea recta. Pero si los rayos no vienen desde el infinito, no serán paralelos, y un insecto que se comporte así girará en espiral hacia la fuente de luz (si toma un rumbo en ángulo agudo) o en espiral hacia fuera (si toma un rumbo en ángulo obtuso) u orbitará la fuente (si toma un rumbo de exactamente 90° hacia los rayos). La autoinmolación de los insectos en las llamas de las velas, por tanto, no tiene un valor de supervivencia en sí mismo: según { 37 } esta hipótesis, es un subproducto de la útil costumbre de orientarse por medio de fuentes de luz que "se supone" están en el  infinito. Esta premisa una vez fue segura. Ahora ya no lo es, y puede ser que incluso la selección actúe ahora para modificar el comportamiento de los insectos. (No obstante, no necesariamente. Los gastos generales en las mejoras necesarias pueden ser mayores que los beneficios que podrían traer: las polillas que paguen los costes de discriminar las velas de las estrellas pueden ser menos exitosas, en promedio, que las polillas que no intenten la costosa discriminación y acepten el bajo riesgo de la auto-inmolación- véase el capítulo siguiente ).

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