viernes, 22 de septiembre de 2017

Capítulo 11.- La Evolución Genética de los Artefactos Animales (198)

     La secuela interesante es ésta. El olor de la casa está determinado por el color de las piedras elegidas por la larva entre el lecho de la corriente, no por la síntesis bioquímica de un pigmento negro. Los genes que determinan el color de la casa deben trabajar a través del mecanismo de comportamiento que elige las piedras, tal vez a través de los ojos. En esto estaría de acuerdo cualquier etólogo. Todo lo que añade este capítulo es una cuestión lógica: una vez que hemos aceptado que hay genes para la construcción de la conducta, las reglas de la terminología existente implican que el propio artefacto debe ser tratado como parte de la expresión fenotípica de los genes en el animal. Las piedras están fuera del cuerpo del organismo, y aún así, por lógica, tal gen es un gen 'para' el color de la casa, en exactamente un sentido tan fuerte como el hipotético gen B lo era para el color de la piel. Y B era de hecho un gen para el color de la piel, a pesar de que operaba mediante la conducta de búsqueda de sol, en exactamente un sentido tan fuerte como a un gen 'para' el albinismo se le llama un gen para el color de la piel. La lógica es idéntica en los tres casos. Hemos dado el primer paso en la ampliación del concepto de efecto fenotípico de un gen fuera del cuerpo individual. No fue un paso difícil de tomar, porque ya habíamos ablandado nuestra resistencia al darnos cuenta de que incluso los efectos fenotípicos 'internos' normales pueden estar al final de largas, ramificadas, e indirectas cadenas causales. Vayamos ahora un poco más lejos.     

     La casa de un tricóptero no es estrictamente una parte de su cuerpo celular, pero se ajusta perfectamente alrededor del cuerpo. Si el cuerpo es considerado como un vehículo de genes, o una máquina de supervivencia, es fácil ver la casa de piedra como una especie de pared de protección extra, en un sentido funcional la parte exterior del vehículo. Sólo que es de piedra en lugar de quitina. Ahora considere una araña sentada en el centro de su tela. Si se la considera como un vehículo de genes, su tela no es una parte de ese vehículo en el mismo sentido obvio que una casa de tricóptero, puesto que cuando se da la vuelta, la tela no gira con ella. Pero la distinción es claramente frívola. En un sentido muy real, su tela es una extensión funcional temporal de su cuerpo, una gran extensión de la zona de captación efectiva de sus órganos depredadores.

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