viernes, 13 de junio de 2014

Capítulo 2.- Determinismo Genético y Seleccionismo Genético (27)

La existencia de una adaptación darwiniana, entonces, implica la existencia en algún momento de los genes para la producción de la adaptación. Esto no siempre se hace {27} explícito. Siempre es posible hablar sobre la selección natural de un patrón de comportamiento de dos maneras. Podemos hablar tanto de individuos con una tendencia a reproducir el patrón de comportamiento de la "mejor manera", como de individuos con una tendencia desarrollada con menos fuerza. Esta es la fraseología de moda ahora, dentro del paradigma del "organismo egoísta" y el "teorema central de la sociobiología". Por otra parte, y de modo equivalente, podemos hablar directamente de genes para reproducir un patrón de comportamiento que sobreviven mejor que sus alelos. Siempre es legítimo postular genes sobre la adaptación darwiniana en cualquier discusión, y uno de mis temas centrales de este libro será que a menudo es beneficioso hacerlo. Las objeciones, tal como ya  he oído, a la "genetización innecesaria" de la lengua de la etología funcional, revelan un fallo fundamental para hacer frente a la realidad de la que trata la selección darwiniana.
 
Permítanme ilustrar este error con otra anécdota. Hace poco asistí a un seminario de investigación dado por un antropólogo. El antropólogo estaba tratando de interpretar la incidencia de un sistema particular de apareamiento (que resultó ser la poliandria) entre varias tribus humanas en términos de una teoría de selección de parentesco. Una selección teórica de parentesco puede establecer modelos para predecir las condiciones bajo las cuales debamos esperar encontrar la poliandria. Así, en un modelo aplicado a las aves autóctonas de Tasmania (Maynard Smith & Ridpath 1972), la proporción de sexos de la población tendría que tener un sesgo masculino, y las parejas tendrían que ser parientes cercanos, antes de que un biólogo pudiera predecir poliandria. El antropólogo intentó demostrar que sus tribus humanas poliándricas vivían en esas condiciones, y, por implicación, que otras tribus que muestran los patrones más normales de la monogamia o la poligamia vivían en condiciones diferentes.
 
Aunque fascinado por la información que presentó, traté de advertirle de algunas dificultades en su hipótesis. Señalé que la teoría de la selección de parentesco es fundamentalmente una teoría genética, y que las adaptaciones a las condiciones locales de la selección por parentesco tuvieron que ocurrir a través de la sustitución de unos alelos por otros alelos, de generación en generación. ¿Sus tribus poliándricas habían estado viviendo, le pregunté, en las actuales peculiares condiciones durante el tiempo suficiente -suficientes generaciones- como para que pudiera haber ocurrido la necesaria sustitución genética? ¿Había, de hecho, alguna razón para creer que las variaciones en los sistemas de apareamiento humanos están bajo control genético?

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